Pues no, en contra de lo que pudiera hacer presagiar su
título esta no es una colección de relatos de terror. Y es mejor así, porque si
una cualidad tienen los cuentos de este gran autor inglés en precisamente su
heterogeneidad, su multiplicad de prismas formales y temáticos que lo alza como
un autor de una versatilidad capaz de hacer propia las líneas narrativas más
divergentes. El “escalofrío” no es el aliento del miedo, más bien la sorpresa,
el giro de timón a la incertidumbre que aguarda en el final de cada relato (por
eso no acaba de convencerme Galloping
Foxley, el único cuya resolución resulta un tanto plana y apática) o simplemente
la sensación de autenticidad que crea toda literatura hecha con impremeditada
heterodoxia y honestidad. Más que al terror de herencia gótica y romántica,
muchos de estos relatos se alinean en la vibrante tradición británica del “humor
cruel”, el sofisticado e inmisericorde sarcasmo que transita alguna de las
mejores páginas de Thackeray, Wilde, Saki o ese norteamericano sureño con
querencias de lord inglés que fue el Truman Capote de muchos de sus cuentos de
juventud. Muchos y muy brillantes son los ejemplos que traer a colación: Tatuaje,
en el que un anciano arruinado que conserva sobre su espalda una obra
inédita de un artista que el talento y la muerte prematura han mitificado queda
en manos de una panda de snobs y arribistas que no dudan en recurrir al
asesinato para satisfacer su ansiedad de aparentar; Cordero asado, una de las mejores muestras de Dahl para el
tratamiento del motivo de la venganza como móvil narrativo que además queda
convertido en un sorprendente relato policíaco cuando la asesina, en un
ejercicio de fingimiento y frialdad maquieválica admirables, consigue que la
policía se coma la mismísima arma del crimen (una pierna de cordero con que
había asesinado al marido predispuesto a cambiarla por una amante más joven); Apuestas, de argumento similar a un famoso
corto de Hitchcok (¿se inspiró en él?) donde la codicia económica lleva al
protagonista al fingimiento de un suicidio que la fatalidad y la estupidez
acaban haciendo cruelmente efectivo o Cuidado
con el perro, en el que la fantasía de la gloria del héroe caído de un
soldado queda brutalmente amputada en su choque con la cotidianidad más
mediocre…al saber que su pierna ha sido destrozada por el perro que guarda un
jardín y no por el proyectil de un avión enemigo, pese la piadosa ficción tramada
por una enfermera compasiva para ocultárselo. La crueldad…pero también cierto
idealismo moral en que el universo de Dahl, como si fuera por un momento el de
los malos manuales de autoayuda con pretensión de literatura de Coelho (el
bueno de Dahl, buena persona y mejor escritor, me perdonará el símil), predispone
un intrincado juego de laberintos de azar para recompensar la bonhomía (como
sucede al médico de El cirujano, cuyo
humanismo desinteresado queda premiado cuando la casualidad devuelve a sus
manos el valioso diamante con que había querido compensarlo un jeque árabe
enriquecido por salvar a su hijo… que había acabado en el estómago de un
gamberro adolescente que se lo traga tras ingerir el cubito de hielo en que él
y su esposa habían decidido custodiarlo hasta buscarle un buen fin).
Son los de
Dhal unos cuentos que van siempre más allá de su, normalmente impecable,
anécdota narrativa, que ocultan otros subtextos que a menudo parecen más
interesantes que el hilo central en el cual focaliza su atención: es el caso
del citado Galloping Foxley que,
personalmente, más que por el descarnado retrato del bullyn escolar o acoso
sobre el más débil me interesa más por el retrato de esa paradoja conservadora
(y un tanto estúpida…) del hombre que defiende y justifica el mundo jerárquico
y convencional que ha propiciado su propia humillación o el que concluye la
colección, Mi querida esposa, en el que más que el
ingenioso guiño picaresco final (la pareja de jóvenes delincuentes que tienen
un sistema de estafa en el juego tan sumamente bien tramado… que incluso
fascina a sus víctimas y les impide la posibilidad de cualquier juicio moral)
impresiona el retrato de la tediosa resignación en que puede hundirse la vida
de un pusilánime, alguien que afecta la inercia y la sumisión a las
convenciones para no tener que plantearse la incertidumbre de su falta de
iniciativa vital. Otro punto fuerte de Dahl es la sutileza, espontánea pero no
por ello menos firme, con que apunta su referencialidad literaria: Un cuento africano, relacionado con ese
motivo de la venganza anteriormente comentado, nos trae el aliento de Poe
(¿también de Conan Doyle, de aquel caso de Sherlock Holmes de la “banda moteada”
en que una serpiente se convertía en arma ejecutora de un crimen?), el de “El
corazón delator” en el alma psicopática que siente inflamados sus instintos más
vitales ante el más mínimo estímulo sensorial y el de “La barrica de
amontillado”, en la estremecedora frialdad con que se trama un plan de revancha
cuya víctima apenas puede sospechar. Igualmente, y antes de su sugestivo giro
final, Cuidado con el perro parecía
un vocacional homenaje a Hemingway, a Las
nieves del Kilimanjaro en el monólogo inicial del hombre herido cercado por
el delirio y la premonición de la muerte y posteriormente a Adiós a las armas en ese juego de piedad
e intuición de una emoción amorosa subterránea que preside la relación
herido-enfermera.
No podemos dejar de citar, finalmente, los relatos que
remiten a otros modelos de fabulación literaria como el absurdo (el delirante y
jocoso final de El campeón del mundo,
con esos faisanes rescatados con espíritu de Robin Hood a la soberbia de un
terrateniente que recobran súbitamente el vuelo tras haber sido adormecidos con
somníferos puestos dentro de una uva pasa) y un sentido de la fabulación cuya
intensidad lleva a una confusión inquietante entre planos de realidad y ficción
(como el juego tramado por el niño de El
deseo, obligado a pasar una alfombra en que su imaginación ha creado abismos…que
nos tememos al final son más efectivos que fabulados) o una apelación a la
empatía afectiva, más que a la conmiseración, con todo lo vivo (ese inventor
desquiciado de La máquina del sonido…
que ya nunca más podrá hacer vida normal tras recibir la súbita relación de que
incluso los vegetales sufren y toda nuestra existencia está instalada en una
ignorancia malintencionada de la vulnerabilidad de cuanto nos rodea). Deslumbrante esta “literatura
adulta” de Dahl…cuyo potencial lector es quien aun busque en la literatura una
ventana a la sorpresa sin querer evadirse de la realidad humana…de los 9 a los
90, como los buenos puzzles o juegos de mesa.