PHILIP ROTH: "La conjura contra América"




En noviembre de 1940, Francis Delano Roosevelt, convertido ya en leyenda y referente moral del liberalismo americano por la firmeza de sus posiciones contra la creciente extensión del totalitarismo en Europa y el éxito de las medidas de reactivación económicas integradas en el “new deal”, marca un hito en la todavía corta historia democrática de su país obteniendo un tercer mandato presidencial tras derrotar claramente al candidato republicano Wendell L.Willkie, periodo que pronto se revelará dramática por la necesidad del país de participar activamente en el conflicto internacional tras los sucesos de Pearl Harbor y cuya súbita muerte no le permitiría completar, así como tampoco asistir a la derrota definitiva de la amenaza fascista en 1945. Pero, ¿qué hubiera sucedido en América de haber llegado a la Casa Blanca un gobierno conservador con sintonías mentales con Hitler, predispuesto, si no a participar de manera efectiva y bélica a su favor, al menos a justificar indirectamente su atrocidad con una política de neutralidad o hasta de apoyo logístico?. De esta pregunta nace una auténtica obra maestra de la mixtificación histórica, de la conversión deliberada de la historia en materia de fabulación que casi toda la crítica consideró la última gran obra de Roth tras el retrato, tan implacable como impecable, de la sociedad norteamericana, tanto semita como gentil, en la trilogía integrada por “Pastoral americana”, “Me casé con un comunista” y La mancha humana” y antes de un vocacional abandono de la literatura por motivos que atañen quizá más que a la salud a su coherencia artística y altísimo grado de exigencia personal (mejor no producir nada que no poder alcanzar las cotas de antaño…aunque servidor sigue pensando que últimas novelas como “Némesis”, pese a la frialdad con que fueron recibidas por aquí hasta por devotos-discípulos confesos como Muñoz Molina, en absoluto desdoran la grandeza de una obra impecable que todavía por ahí siguen resistiéndose a redondear con el Nóbel).

Roth elige como personaje central de su admirable inventiva a un personaje real plenamente sugestivo y sintomático de la América de entonces: el aviador Charles Lindbergh, entronizado como héroe civil tras sus viajes trasatlánticos en el “Espíritu de San Luis”, casado con una especie de híbrido entre Amelia Earhart y Eleanor Roosevelt capaz de satisfacer las demandas  idealistas tanto de conservadores como de feministas combativas,  al que se añade ya una pátina de mitificación trágica (el asunto del secuestro y posterior asesinato de su bebé)que lo hace directamente irresistible. Visitante ocasional de Alemania y fascinado por un régimen(en efecto, ni en momentos en que ya no se podía disimular la impiedad de sus “amigos germánicos” quiso jamás devolver la medalla de oro con que le condecoró el ejército germano por sus hazañas en la aviación) que, pese a signos que debían haber puesto en guardia a cualquiera con una mínima lucidez histórica, aún estaba por mostrar sus facetas más siniestras, aprovecha su tirón popular para convertirse en líder del partido republicano, apoyada por algunos de los grandes poderes económicos del país como el del magnate Henry Ford (cuya sintonía mental con el odio al judío nazi fue más que conocida en aquellos años) y, tras una insólita campaña electoral que permite a su autor parodiar los aspectos más grotescos de la “cultura del espectáculo” vargallosiana,  derrotar inesperadamente a un intocable como Roosevelt. Las malas perspectivas no tardan en encarnarse y firma de inmediato un vergonzante tratado de amnistía con Italia, Alemania y Japón, enmascarado en la falacia del “absentismo” para centrar los esfuerzos en la reconstrucción interna del país y evitar a la nación un trauma comparable al del todavía de reciente recuerdo de la Gran Guerra, que Roth va modulando con enorme sabiduría y un admirable sentido de la tensión narrativa. Sin recurrir a sus clásicos “alter-ego”, Philip Roth se elige a sí mismo y su infancia en Newark, New Jersey, en el seno de una familia humilde pero dotada de un admirable sentido de la dignidad moral, para retratar un momento histórico perturbador que se convirtiendo en brecha de división en su propia familia y la misma comunidad judía en la que crece: el rechazo popular ante la mentira endémica  de la Casa Blanca frente a la sumisión de grandes figuras económicas e intelectuales hebreas que confían en la supremacía del clasismo por encima del desprecio étnico (el  rabino Bengelsdorf, el negociante sin escrúpulos Abe Steinheim,  el detestable tío Monty ,nuevo rico de la saga de los Roth que ejerce un repugnante e hipócrita paternalismo siempre vulnerable a cualquier mínima amenaza de alteración de sus propios intereses); el de Alvin, el sobrino huérfano que acabará fugándose a Canadá para de este país integrarse en las fuerzas armadas británicas para desafiar al principal enemigo de su raza… para acabar como tantos jóvenes americanos de su época (lisiado, con un desnortamiento existencial que acabará convirtiéndolo en un parásito y un vagabundo que llegará a provocar incluso el rechazo de su propia familia, carcomido por un odio que expresará simbólicamente en el escupitazo en la cara y la pelea que mantiene años después con el Sr.Roth, al que considera emblema de una generación que lo ha abocado a la tragedia….y durante el mandato de Lindbergh además perseguido, acosado por un FBI que lo considera un “traidor a la patria” que ha luchado a favor de potencias extranjeras y que acaba con cualquier mínimo intento de reintegrarse en la sociedad) frente a Sandy, el talentoso hermano mayor de Philip que acabará siendo víctima inocente de las campañas de disimulo y manipulación dirigidas a anular la conciencia crítica de la comunidad judía sobre su creciente opresión (campañas de jóvenes semista para conocer el país e integrarse en otros contextos profesionales y económicos…tristemente lideradas por las figuras que se supone eran la reserva moral y la cumbre del prestigio de su comunidad) y, más tristemente aún, a acabar enfrentado con su propia familia al alinearse vitalmente con el bando del reverendo Bengelsdorf y la tía Evelyn….y en medio el joven Philip asumiendo por primera vez la ruptura sin vuelta atrás del paraíso de la inocencia y asolado por una incertidumbre ante la que no puede sino balbucear un intento tras otro de huida (los inocentes juegos de “persecución” de desconocidos junto a su amigo Earl, la fuga fracasada tras robar las ropas de Seldon, la última tentativa de escapar a la famosa “ciudad de los muchachos” del padre Omaha en  Nebraska, etc).

Ya apuntada con detalles simbólicos desde las primeras páginas (la sospechosa expulsión de la familia en el hotel durante la excursión a Washington para, paradójicmente, conocer los fundamentos de la democracia y la teórica igualdad ante la ley) y con un “in crescendo” agobiante a medida que avanza la narración (decisiva la cruenta medida de la “dispersión” de comunidades judías con peso económico y demográfico como la de Newark a fin de obligarlos a vivir en lugares donde sean minorías y no puedan constituir un núcleo de ningún tipo de poder que amenace la autoridad de una sociedad dirigida por quienes ya abogan sin apenas disimulo por su progresiva eliminación… instante en que se inserta la conmovedora historia de Seldon, niño cuya fragilidad se ve progresivamente alimentada por el momento histórico que vive y las circunstancias trágicas de su vida familiar (suicidio del padre como consecuencia del estado de postración emocional tras caer en una enfermedad degenerativa) cuya indefensión cobra dimensiones alegóricas cuando su madre es asesinada en un “pogromo” y la familia Roth tenga que hacer un viaje homérico de redención para rescatarlo que afianza la reconciliación de Sandy con sus apellidos y el heroísmo moral de la figura del padre), Roth recurre a dos nuevos hechos ficticios para sellar la definitiva explosión del antisemitismo que ha ido sugiriendo: el asesinato del periodista Walter Winchell, virulento enemigo de la clase conservadora americana durante un mitin popular tras su elección como candidato demócrata a las elecciones dentro de una campaña autofinanciada y a pie de calle tras ser eliminado del emporio de los mass media sometidos por la mordaza del poder y la desaparición tras uno de sus actos públicos en avión del propio Linbergh… hecho cuya auténtica naturaleza nunca llega a aclararse (las dos principales teorías barajadas apuntan a una huida del presidente a Alemania precisamente para suscitar la teoría de la “conjura contra América” judía que sirva de coartada al estallido de violencia antisemita en las principales ciudades del país que retratan las últimas páginas y que pone al país al borde de entrar en la guerra…pero del otro lado tras una práctica declaración de guerra a Canadá, lugar de refugio preferido para los judíos con miedo a represalias y, de manera más novelesca, a toda una campaña orquestada desde el inicio por la Alemania hitleriana por la vía de la manipulación sentimental (conversión del entramado de Lindbergh en un “gobierno títere” tras haber secuestrado y enviado a su país a su hijo pequeño, que todo el país considera muerto en circunstancias trágicas, con la amenaza de llevarlo a una muerte segura en algún frente militar europeo) que acaba en un asesinato perpetrado por sus propios aliados al considerarlo un político con demasiados escrúpulos morales que no ha sido capaz de afrontar la “solución final” que se le exigía y que estaba tiñendo de sangre y vergüenza toda la Europa de la época. Un último eslabón de ambigüedad entre lo real y lo ficticio que es la antesala del retorno al seguimiento al pie de la letra de la verdad histórica: la superación de la inestabilidad con una convocatoria de elecciones que devuelve a Roosevelt al poder… y con ella a la entrada de Estados Unidos en la guerra como momento final del fascismo europeo tras la agresión de Pearl Harbor.


En conclusión, última ocasión que hasta el momento se nos ha dado (y, dada la honestidad de su autor, no hay motivos para pensar que no será así)  de leer a Roth en estado de gracia, como parte del podio de mejores narradores del mundo en que lleva décadas encaramado y… como decía hace poco en facebook, está bien que como lectores les resulte sugerente la deliberada confusión entre la literalidad histórica y su reivención fabuladora…pero, por favor, siempre con escritores como  Roth y no con “códigos Da Vinci” o sucedáneos incluso peores. 

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