Eva García Donate: "La vida de Patty Ice"




Este volumen que acabas de cerrar hace un rato, querido lector, y de cuya sugerente extrañeza aún no te has recobrado, no es ningún ejercicio imitativo nacido de la ansiedad por ser Fernández Mallo, ninguna Patty Ice experience. Se le perdonará a uno inicio tan agresivo y suspicaz… pero quien aquí escribe es consciente de que la recepción lectora de obras tan singulares como la presente está necesariamente mediatizada y sometida a comparaciones con el modelo de la novela fragmentaria de corte experimental que, en principio condenada a la marginalidad o el juicio condescendiente sobre lo “raro”, ha obtenido una insólita repercusión crítica y comercial en los “artefactos narrativos” (más que novelas o libros de relato al uso) del escritor gallego. Pero no, pese al número de semejanzas que pudieran aducirse (tan obvias que no merece la pena comentarlas), el símil no resultaría exacto: el hibridismo, establecido desde el Romanticismo como sinónimo de arte que apuntala su valía en la singularidad, sobrepasa aquí los límites de la confusión deliberada de los géneros literarios (guiño a la narrativa en la profusión de caracteres (aunque sustituyendo el perfil psicológico exhaustivo por una técnica casi impresionista de pinceladas breves pero altamente significativas) o el mantenimiento de una leve trama argumental que cohesiona el conjunto y evita  su percepción como una sucesión de secuencias  inconexas, así como a lo poético y ensayístico en la infinidad de momentos que aúnan hondura meditativa y búsqueda consciente del estilismo), integra lo literario con un componente plástico que no cumple la previsible función decorativa sino que ejerce como contrapunto o al menos amplificación de su significado a través de la sugerencia, sin caer en la obviedad de imponer una alegoría o un símbolo explícito, de fusionar lo libresco con un espíritu de modernidad tecnológica lúdica que lleva a Eva García a respetar en su transcripción escrita su formato original de blog para internautas, a incentivar esa firme vocación democrática que aporta a la literatura el darle una dimensión interactiva, una voluntad de no dejar al lector acomodarse en su rol pasivo y ofrecerle espacio para expresar sus apreciaciones  y notas de lectura, sin preocuparse de que puedan ser críticas con su propio texto, no elogiosas o simplemente banales y de puro valor circunstancial (el “Muchas gracias por el viaje de regreso a Cuenca. Besitos ”que deja el escritor leonés Manuel Cuenya tras conocer a Eva en el encuentro poético veraniego de Priego).

Por otra parte,  esta de Eva García es una narración mejor “trabada”, efecto logrado no solo por la citada capacidad de lograr un desarrollo cuasi argumental con que hilvanar su disparidad de caracteres y motivos temáticos, sino por la originalidad con que se manejan lugares comunes o “topoi” recurrentes de la tradición narrativa universal, como los del viaje o la búsqueda del personaje por encargo de otro (la del traductor por el traficante de sal a instancias de Patty Ice), motivo que enriquece la dimensión más explícitamente novelística con una cualidad pseudopolicíaca…(matizada por esa agonía existencialista que aúna las vidas de Patty y el traficante en el vértigo de hacerla depender del hallazgo de un Godot tan potencialmente redentor como inexistente)…. y que culmina en la radical indefinición que quizá desea inconscientemente, por ese deseo de ser juez y dios del destino de otros que alienta todo lector, el buen degustador de literatura negra. Finalmente, no parece menor el detalle de que, sin renunciar a la coquetería libresca de las citas y su implícito juego de complicidad entre lectores “iniciados”,  absolutamente todo en estas líneas sea creación original y no incurra en el continuo recurso al “préstamo”, mitad reciclaje mitad refrito un tanto oportunista, del que abusan todas y cada una de las partes de la saga “Nocilla”.
Y en cualquier caso, la razón incuestionable que apuntala la calidad de esta obra está en sus personajes, cuya acendrada “rareza” consigue no entrar en contradicción con el hecho no menos plausible de considerarlos prototipos humanos parcialmente simétricos:  quizá, el fondo psicológico que asemeja la vocacional extravagancia de los personajes de Eva es una lucha común contra la vida como una apelación monocorde a la normalidad o la mediocridad circundante, una hipersensibilidad para reconocer y sentir de manera visceral  los límites frustrantes de lo real que intentan desahogar mediante comportamientos progresivamente inverosímiles. Unos cuantos ejemplos:
-Se recrean en fantasías luctuosas, como los reiteradas muertes de Olvido Express, unas fortuitas y otras que se antojan determinadas como consumación de una fatalidad de fracasar en el pulso por definir su identidad o los personajes que aceptan la imposición castrante de la enfermedad a cambio de convertirla en un pretexto más para satisfacer su avidez creativa, como ilustran  algunas de las extravagantes patologías que sufre Valeria,  entre ellas la condición de “latero-cognitiva” que apunta uno de los lectores del blog)
-Suponen una vuelta de tuerca heterodoxa o imaginativa a personajes cuya singularidad ya se había establecido posicionándolos en los márgenes de una sociedad convencional (hay un traficante…pero no de armas o de drogas, sino de sal… y un traductor del todo atípico que, firmemente persuadido de la impostura del lenguaje y de la certeza apocalíptica de su extinción (desarrollada en el bellísimo texto “Cuarto jardín”), acogido a ese principio de feroz lucidez de que nombrar es agredir, es consciente de que su oficio es reformular lo falso, hacer trasvase de mentira a mentira (no había  naturaleza en las palabras que se trasladan y enmudecen la memoria de las originales) hasta caer en un círculo vicioso en  el que acecha el vértigo de la desaparición (escribía las raíces que escribían las estaciones que escribían el ciclo que escribía la copia que escribía lo singular que escribía la metamorfosis que escribía un nombre que escribía el traductor…. hasta el infinito o la náusea) alcanza la necesaria honestidad que lo convierte en simple trascriptor de la literalidad carnal de las cosas (detalles sumamente reveladores como que sus lápices carezcan de mina y su lugar lo ocupe una oquedad que pueda ser empleada a la manera de catalejo, o que encuentre la poesía en los cálices de las flores y no en los libros , que aspire a “escribir las estrellas de nieve o el aliento de vapor en las bocas de los hombres), un hombre cuya vida es la aproximación hedonista al goce del  asombro pero no el  intento por comprenderlo porque sabe que… no volverá a traducir si busca en los jardines el paisaje que sustituya el instinto del bosque).
 -Recurren al motivo clásico de la metamorfosis como parte de esa búsqueda agónica de la definición personal (las mutaciones que opera Patty Ice sobre sí misma o sobre las realidades más mínimas de su entorno cotidiano, similares a esas vivencias extravagantes que operan una sistemática violación de los límites del tiempo y el espacio….. como el “barco terráqueo” del traficante o el propio las  traductor (Mi traductor duerme y apoyando su cuerpo en el cerezo se ha vuelto corteza su torso y su cabeza verdina y tránsfuga trae luz y sombra entre las hojas que son ya su frente alejada….) , una vez ha descubierto que ser parte de pleno derecho de la naturaleza requiere enajenación y no reflexión.
 -Convierten la vida en una búsqueda febril de la excentricidad desde la convicción de que en ella radica cuanto pueda afirmarse sobre nuestra autenticidad, hasta tal punto que al narrador le puede resultar excesiva y llevarle en cierta medida a quebrar su objetividad casi de cámara cinematográfica de narrador conductista para deslizar algo, si no equiparable a un reproche ni menos aún a un
 juicio moral,  al menos a una impresión subjetiva: “Cherry es una mentirosa”… repite continuamente, aludiendo quizá a que la mentira es el instante en que la ficción deja de ser tolerable en el sentido en que se ha convertido en una suplantación a priorística del mundo, una actitud de intransigencia que lo anula de inmediato sin conceder un instante de réplica en que aún pueda afirmarse en su belleza o su capacidad de sorpresa y, más cruentamente, en una rendición de la voluntad para afrontar el dolor que nos imponen nuestros límites).

 Y subterránea a esta confrontación contra la normalidad en sus facetas más opresivas, transcurre,  tan dispersa y levemente sugerida que solo podrá ser  captada por un lector realmente atento o al menos predispuesto a la emotividad, una intensa sensualidad (las fantasías eróticas de Cherry) o un sentimentalismo siempre amenazado por el cerco de la incomunicación o el desencanto (el amor ni siquiera íntimamente confesado del traficante de sal por Patty o el quizá sugerido por la terquedad de la propia Patty a reconocer como definitiva la ausencia del traductor) que resulta indispensable para que los personajes adquieran pleno espesor humano y no puedan ser percibidos por el lector como un catálogo “freak” (en su acepción original no peyorativa de “fenómeno extraño”) de formas de  la extravagancia.  Y es que Eva García es escritora (no, no es una matización de perogrullo: el  acto físico de escribir no te convierte en absoluto ni de inmediato en escritor) y como tal sabe que el sueño, el delirio o la imaginación surreal alcanzan su pleno sentido en su condición de aproximaciones a los apenas tres o cuatro motivos cuyo descubrimiento tiene una pertinencia eterna para el hombre (el amor, la muerte, el pulso entre lo real y lo anhelado a través de la ficción), un sentido de la hondura que obra el prodigio de que las sucesivas vidas de Patty Ice sean otras tantas calas en la urdimbre de misterio que nos fascina en cada una de las nuestras.   

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