Este libro de la
última premio Nobel, el primero publicado en España por la editorial Siruela (y
convenientemente reeditado, claro está), compone un estremecedor cuadro de
estampas sobre las duras condiciones de vida de los suabos, alemanes emigrados
a Rumanía tras la II Guerra Mundial sometidos a la precariedad económica y el
desprecio social por pertenecer al país de los verdugos europeos por
excelencia. El centro del libro lo compone el titular En tierras bajas,
una larga (quizá demasiado) evocación de sus años de infancia en la crudeza de
su entorno rural. No es un relato, más bien una yuxtaposición de escenas de
intenso lirismo, a la manera de las Historias naturales de Renard, pero
volcadas a la perturbación y el desgarro. Entre la capacidad de fabulación y la
mirada “creadora” del niño sobre la naturaleza, van asomando las lacras de una
vida en la que preside la más absoluta sordidez. Ahí están las terribles
escenas de atrocidad con los animales,
que van creando en la niña desprecio por sus mayores y un aprendizaje
inevitable de la violencia y unas relaciones humanas necesariamente ásperas (la
educación basada en la represión ,la superstición absurda y la violencia
gratuita) a causa de la intensa infelicidad (atención al drama humano de la
madre de la autora, amargada por su marido alcohólico) de todos. Elementos
similares repuntan en los otros textos más breves: El baño suabo no
puede ser más elocuente en la representación de la miseria de esta clase social
a partir de una escena cotidiana muy reveladora (la familia que se ve obligada
a asearse en una misma bañera), Mi familia refleja el peso de la
maledicencia y los prejuicios morales, La oración fúnebre retoma el
drama de la madre y, a partir del funeral de su padre (también magníficamente
descrito en Tango opresivo), el sentimiento de culpa por tener un
progenitor que ha participado de la violencia nazi (el padre de Muller fue
oficial de las SS), Papá, mamá y el pequeño afrontan la sórdidez
doméstica y la inconsistencia de los lazos afectivos entre la familia, La
crencha alemana y el bigote alemán tienen un aire fantasmagórico a lo
Rulfo, con ese protagonista que vuelve a una aldea natal donde nadie, ni su
propio padre, lo reconoce ya y un denso aire de irrealidad lo inunda todo. Por
su parte, Crónica de un pueblo, es el correlato del relato titular, como
reflejo del mundo rural pero esta vez desde una perspectiva de objetivismo
descriptivo en el que se han abolido los desgarros
biográficos. La
indefinición genérica, característica de toda la obra, se agudiza en Barrenderos
o El parque negro, que directamente se podrían considerar poemas en
prosa. Tras lo tibia que, al menos apariencia, parece la obra de Le Clezio, un
Nobel para una autora intensa, expresiva y valiente y un libro que es
imprescindible complementar con sus novelas sobre la opresión del régimen
comunista de Ceacescu.
3 comentarios:
Hace falta haber sufrido la Europa de las guerras y el hambre para contar así lo que Müller cuenta. Las sensaciones de esta novela son las mismas que refiere Robert Kaplan en "El amargo final del Danubio", dentro de su libro "Fantasmas balcánicos". No es buen sitio para hacer turismo.
Hola Rafa, este libro es el del Nobel?
Sí, este libro es de la premio Nobel rumana de 2009, Herta Muller. ¿Con quién hablo?
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