Libro de consolidación, con un explicable éxito entre la
crítica simultáneo a otro ya bastante más inesperado de público y ventas, para
esta autora indioamericana que ya se había establecido en el canon de las
letras americanas modernas con dos libros iniciales (el volumen de relatos Intérprete de emociones y la novela El
buen nombre) que se antojan de lectura imprescindible. Al margen de la
continuidad en el argumento y el trazado de algunos personajes (sobre todo en
la segunda parte, Herma y Kaushik,
sincopada historia de amor marcada desde el principio por la imposición de la
tragedia (la muerte prematura por cáncer de la madre de Kaushik) y finalmente
abocada al dramatismo por efecto de la cobardía (la incapaciad de Hema para ser
valiente y decidirse a rechazar un matrimonio concertado) y el “fatum” doloroso
(desaparición final de Kaushik, tras una vida marcada por la inminencia de la
muerte por su audacia como reportero periodístico en entornos políticos
conflictivos en una tragedia natural en Asia), los relatos se cohesionan por
medio del tratamiento de unos bloques temáticos en común reiterados de forma
obsesiva: tratándose de literatura de “emigrantes” parece inevitable el tema
del desarraigo, de la imposibilidad de adaptación a un entorno que se siente
como íntimamente extraño y que genera un desarraigo que se ahonda más allá de
los usos culturales concretos y se hace existencial (especialmente en Amit el
protagonista masculino de Una elección de
alojamiento, con dificultades para sobrevivir alejado de los suyos en un
colegio elitista de clases acomodadas americanas, educado en una sensación de
extrañamiento que prolongará en su vida conyugal y de la que trata de desasirse
en una escena final de sexo (previa a haber dejado abandonada, más por
agotamiento mental que por propia voluntad, a su mujer en la boda de una
antigua amiga a la que amaba) que puede contarse entre las más desconsoladas de
la literatura reciente, pero creo que el tema más importante de estos cuentos
es de la inautenticidad de la organización sentimental y familiar convencional
(y la consecuente infelicidad que genera), convenientemente pertrechada por el
conservadurismo y la persistencia de lacras atávicas en la sociedad india como
el matrimonio concertado (la protagonista de Cielo e infierno, casada a la fuerza y abocada a un amor frustrado
por un compatriota que se une a una americana que se convierte en un repudio
irracional por todo lo yanqui que llega a amenazar el futuro de su propia hija,
los pretendientes desconocidos que acosan a Sang en No es asunto de nadie y su propia relación con un hombre de su país
que le es infiel; si bien el relato se convierte en memorable y alcanza su
auténtica identidad en el magnífico trazado del personaje de Paul , su
compañero de piso, aprendiz de “loser” cuya dignidad se antoja intacta entre el
fracaso de sus estudios (devenido finalmente en éxito), su propio deseo
frustrado por Sang y la obligación de verse envuelto en intrigas, malentendidos
y escenas de celos y alta mezquindad emocional. Siendo estos relatos de gran
calidad, considero que la verdadera revelación del talento de la escritora está
en otras piezas en que este mismo motivo se lleva más allá de la crítica de
cuño cultural y social para convertirse directamente en existencial, en su
génesis en problemas coyunturales de cobardía, incapacidad de comunicación o
simple desconocimiento irracional de las propias emociones que no pueden sino
plasmarse en formas de vida cuestionables: es el caso del titular Tierra desacostumbrada, conflicto (sin
plantear un conflicto, he ahí lo meritorio, entre la descripción de una
cotidianidad aparentemente apacible y hasta feliz) entre una hija con una
relación un tanto fría y desafectuosa con un padre viudo que con sus propios
planes de vida (entre ellos una nueva vida amorosa) la salvará de su fatalidad
a asumir la imposición cuidarla de acogerlo en su casa, un relato en que el
amor, como siempre que es verdadero, se crea a sí mismo de forma espontánea y
no dictada por normas (el que su nieto, un niño pequeño, acabará sintiendo por
su abuelo) y de Fin de año, pieza
maestra del ciclo de Hema y Kaushik,
en que el protagonista masculino sucumbe
a la necesidad de fingir la normalidad social para tratar a una madrastra y sus
hijas nada más enterrar a su madre de forma trágica y prematura hasta culminar
en una de esas huidas histéricas y desnortadas del mejor cine y literatura “on
the road” de la tradición yanqui. En cuanto al estilo, y dentro de los límites
que deja apreciar la traducción, se adivina preciso, sencillo, sin retórica y
efectismos estéticos innecesarios lo que, unido a la capacidad de penetración
psicológica mostrada no puede sino suscitar la tentación de sumar a su autora,
por mucho sari que vistan ella y sus
personajes, a la tradición de la mejor literatura norteamericana desde mediados
del S.XX.
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