En noviembre de 1940, Francis Delano Roosevelt, convertido
ya en leyenda y referente moral del liberalismo americano por la firmeza de sus
posiciones contra la creciente extensión del totalitarismo en Europa y el éxito
de las medidas de reactivación económicas integradas en el “new deal”, marca un
hito en la todavía corta historia democrática de su país obteniendo un tercer
mandato presidencial tras derrotar claramente al candidato republicano Wendell
L.Willkie, periodo que pronto se revelará dramática por la necesidad del país
de participar activamente en el conflicto internacional tras los sucesos de
Pearl Harbor y cuya súbita muerte no le permitiría completar, así como tampoco
asistir a la derrota definitiva de la amenaza fascista en 1945. Pero, ¿qué
hubiera sucedido en América de haber llegado a la Casa Blanca un gobierno
conservador con sintonías mentales con Hitler, predispuesto, si no a participar
de manera efectiva y bélica a su favor, al menos a justificar indirectamente su
atrocidad con una política de neutralidad o hasta de apoyo logístico?. De esta
pregunta nace una auténtica obra maestra de la mixtificación histórica, de la
conversión deliberada de la historia en materia de fabulación que casi toda la
crítica consideró la última gran obra de Roth tras el retrato, tan implacable
como impecable, de la sociedad norteamericana, tanto semita como gentil, en la trilogía
integrada por “Pastoral americana”, “Me casé con un comunista” y La mancha
humana” y antes de un vocacional abandono de la literatura por motivos que
atañen quizá más que a la salud a su coherencia artística y altísimo grado de
exigencia personal (mejor no producir nada que no poder alcanzar las cotas de
antaño…aunque servidor sigue pensando que últimas novelas como “Némesis”, pese
a la frialdad con que fueron recibidas por aquí hasta por devotos-discípulos
confesos como Muñoz Molina, en absoluto desdoran la grandeza de una obra
impecable que todavía por ahí siguen resistiéndose a redondear con el Nóbel).
Roth elige como personaje central de su admirable inventiva
a un personaje real plenamente sugestivo y sintomático de la América de
entonces: el aviador Charles Lindbergh, entronizado como héroe civil tras sus
viajes trasatlánticos en el “Espíritu de San Luis”, casado con una especie de
híbrido entre Amelia Earhart y Eleanor Roosevelt capaz de satisfacer las
demandas idealistas tanto de
conservadores como de feministas combativas, al que se añade ya una pátina de mitificación
trágica (el asunto del secuestro y posterior asesinato de su bebé)que lo hace
directamente irresistible. Visitante ocasional de Alemania y fascinado por un
régimen(en efecto, ni en momentos en que ya no se podía disimular la impiedad
de sus “amigos germánicos” quiso jamás devolver la medalla de oro con que le
condecoró el ejército germano por sus hazañas en la aviación) que, pese a
signos que debían haber puesto en guardia a cualquiera con una mínima lucidez
histórica, aún estaba por mostrar sus facetas más siniestras, aprovecha su
tirón popular para convertirse en líder del partido republicano, apoyada por
algunos de los grandes poderes económicos del país como el del magnate Henry
Ford (cuya sintonía mental con el odio al judío nazi fue más que conocida en
aquellos años) y, tras una insólita campaña electoral que permite a su autor
parodiar los aspectos más grotescos de la “cultura del espectáculo”
vargallosiana, derrotar inesperadamente
a un intocable como Roosevelt. Las malas perspectivas no tardan en encarnarse y
firma de inmediato un vergonzante tratado de amnistía con Italia, Alemania y
Japón, enmascarado en la falacia del “absentismo” para centrar los esfuerzos en
la reconstrucción interna del país y evitar a la nación un trauma comparable al
del todavía de reciente recuerdo de la Gran Guerra, que Roth va modulando con
enorme sabiduría y un admirable sentido de la tensión narrativa. Sin recurrir a
sus clásicos “alter-ego”, Philip Roth se elige a sí mismo y su infancia en
Newark, New Jersey, en el seno de una familia humilde pero dotada de un
admirable sentido de la dignidad moral, para retratar un momento histórico
perturbador que se convirtiendo en brecha de división en su propia familia y la
misma comunidad judía en la que crece: el rechazo popular ante la mentira
endémica de la Casa Blanca frente a la
sumisión de grandes figuras económicas e intelectuales hebreas que confían en
la supremacía del clasismo por encima del desprecio étnico (el rabino Bengelsdorf, el negociante sin
escrúpulos Abe Steinheim, el detestable
tío Monty ,nuevo rico de la saga de los Roth que ejerce un repugnante e
hipócrita paternalismo siempre vulnerable a cualquier mínima amenaza de
alteración de sus propios intereses); el de Alvin, el sobrino huérfano que acabará
fugándose a Canadá para de este país integrarse en las fuerzas armadas
británicas para desafiar al principal enemigo de su raza… para acabar como
tantos jóvenes americanos de su época (lisiado, con un desnortamiento
existencial que acabará convirtiéndolo en un parásito y un vagabundo que
llegará a provocar incluso el rechazo de su propia familia, carcomido por un
odio que expresará simbólicamente en el escupitazo en la cara y la pelea que
mantiene años después con el Sr.Roth, al que considera emblema de una
generación que lo ha abocado a la tragedia….y durante el mandato de Lindbergh
además perseguido, acosado por un FBI que lo considera un “traidor a la patria”
que ha luchado a favor de potencias extranjeras y que acaba con cualquier
mínimo intento de reintegrarse en la sociedad) frente a Sandy, el talentoso
hermano mayor de Philip que acabará siendo víctima inocente de las campañas de
disimulo y manipulación dirigidas a anular la conciencia crítica de la
comunidad judía sobre su creciente opresión (campañas de jóvenes semista para
conocer el país e integrarse en otros contextos profesionales y económicos…tristemente
lideradas por las figuras que se supone eran la reserva moral y la cumbre del
prestigio de su comunidad) y, más tristemente aún, a acabar enfrentado con su
propia familia al alinearse vitalmente con el bando del reverendo Bengelsdorf y
la tía Evelyn….y en medio el joven Philip asumiendo por primera vez la ruptura
sin vuelta atrás del paraíso de la inocencia y asolado por una incertidumbre
ante la que no puede sino balbucear un intento tras otro de huida (los inocentes
juegos de “persecución” de desconocidos junto a su amigo Earl, la fuga
fracasada tras robar las ropas de Seldon, la última tentativa de escapar a la
famosa “ciudad de los muchachos” del padre Omaha en Nebraska, etc).
Ya apuntada con detalles simbólicos desde las primeras
páginas (la sospechosa expulsión de la familia en el hotel durante la excursión
a Washington para, paradójicmente, conocer los fundamentos de la democracia y
la teórica igualdad ante la ley) y con un “in crescendo” agobiante a medida que
avanza la narración (decisiva la cruenta medida de la “dispersión” de
comunidades judías con peso económico y demográfico como la de Newark a fin de
obligarlos a vivir en lugares donde sean minorías y no puedan constituir un
núcleo de ningún tipo de poder que amenace la autoridad de una sociedad
dirigida por quienes ya abogan sin apenas disimulo por su progresiva
eliminación… instante en que se inserta la conmovedora historia de Seldon, niño
cuya fragilidad se ve progresivamente alimentada por el momento histórico que
vive y las circunstancias trágicas de su vida familiar (suicidio del padre como
consecuencia del estado de postración emocional tras caer en una enfermedad
degenerativa) cuya indefensión cobra dimensiones alegóricas cuando su madre es
asesinada en un “pogromo” y la familia Roth tenga que hacer un viaje homérico
de redención para rescatarlo que afianza la reconciliación de Sandy con sus
apellidos y el heroísmo moral de la figura del padre), Roth recurre a dos
nuevos hechos ficticios para sellar la definitiva explosión del antisemitismo
que ha ido sugiriendo: el asesinato del periodista Walter Winchell, virulento
enemigo de la clase conservadora americana durante un mitin popular tras su
elección como candidato demócrata a las elecciones dentro de una campaña
autofinanciada y a pie de calle tras ser eliminado del emporio de los mass
media sometidos por la mordaza del poder y la desaparición tras uno de sus
actos públicos en avión del propio Linbergh… hecho cuya auténtica naturaleza
nunca llega a aclararse (las dos principales teorías barajadas apuntan a una
huida del presidente a Alemania precisamente para suscitar la teoría de la “conjura
contra América” judía que sirva de coartada al estallido de violencia
antisemita en las principales ciudades del país que retratan las últimas
páginas y que pone al país al borde de entrar en la guerra…pero del otro lado
tras una práctica declaración de guerra a Canadá, lugar de refugio preferido
para los judíos con miedo a represalias y, de manera más novelesca, a toda una
campaña orquestada desde el inicio por la Alemania hitleriana por la vía de la
manipulación sentimental (conversión del entramado de Lindbergh en un “gobierno
títere” tras haber secuestrado y enviado a su país a su hijo pequeño, que todo
el país considera muerto en circunstancias trágicas, con la amenaza de llevarlo
a una muerte segura en algún frente militar europeo) que acaba en un asesinato
perpetrado por sus propios aliados al considerarlo un político con demasiados
escrúpulos morales que no ha sido capaz de afrontar la “solución final” que se
le exigía y que estaba tiñendo de sangre y vergüenza toda la Europa de la
época. Un último eslabón de ambigüedad entre lo real y lo ficticio que es la
antesala del retorno al seguimiento al pie de la letra de la verdad histórica:
la superación de la inestabilidad con una convocatoria de elecciones que
devuelve a Roosevelt al poder… y con ella a la entrada de Estados Unidos en la
guerra como momento final del fascismo europeo tras la agresión de Pearl
Harbor.
En conclusión, última ocasión que hasta el momento se nos ha
dado (y, dada la honestidad de su autor, no hay motivos para pensar que no será
así) de leer a Roth en estado de gracia,
como parte del podio de mejores narradores del mundo en que lleva décadas
encaramado y… como decía hace poco en facebook, está bien que como lectores les
resulte sugerente la deliberada confusión entre la literalidad histórica y su
reivención fabuladora…pero, por favor, siempre con escritores como Roth y no con “códigos Da Vinci” o sucedáneos
incluso peores.