Considerada por la crítica punto de partida de la llamada
“trilogía de los Snopes” (junto a La mansión y La ciudad), El
villorrio, título más representativo imposible de la estética denominada
“gótico sureño”, es quizá la novela perfecta para adentrarse en el complejo
mundo narrativo de Faulkner, su forma de narrar, sus personajes y temas
obsesivos, debido a que carece de la audacia experimental de otros de sus
clásicos y el mayor acercamiento a un concepto de novela realista tradicional,
salvando fragmentos y hasta capítulos enteros que remiten a su peculiar hermetismo, hacen asequible irse
familiarizando con las costuras de uno de los universos narrativos más
fascinantes y posteriormente imitados de la literatura del S.XX.
Hace grande
esta novela, entre otras muchas razones, el talento (a veces excesivo y
demasiado moroso en detalles) de Faulkner para la descripción sugestiva y la
hilazón de lo atmosférico pero sobre todo su capacidad para hundir las raíces
en una tierra despiadada, un nido de víboras tomado por personajes que rezuman
sordidez, codicia y la más absoluta falta de empatía y compasión y se
convierten en alegorías implacables del mal y la vida como lucha encarnizada
del ser humano contra sus peores instintos. Los Snopes, a los que la secreta
piedad y el gusto por la complejidad psicológica de su autor aún reserva algún
ángulo en que pueda filtrarse la compasión de algún lector predispuesto a ella (se
nos narra en la primera parte el proceso de degeneración humana del patriarca,
Abe, en principio un “buen hombre” a juicio de Ratliff, que pasó su infancia
junto a él, quien se transforma en un desalmado tras sufrir sucesivas
humillaciones como las estafas de un tratante de caballos sin escrúpulos ante
el que, para redondear la deshonra, tendrá que ir a defenderlo…su propia mujer:
mucha más vergüenza de la que permite el estado patriarcal y misógino impuesto
en el secarral sureño) tienen que recurrir a la violencia explícita o la
amenaza para lograr sus fines crematísticos o ejercer sus turbias
manipulaciones, de hecho apenas hablan, emana espontáneamente de ellos un aura
de perversidad que coarta progresivamente la libertad y el valor de los que se
convierten en víctimas suyas y va estrechando la soga de ahorcado sobre la
humilde población en la que recalan tras dejar tras de sí una memoria
aterradora de engaños y venganzas mezquinas: progresivamente, Ab y sobre todo
su hijo Flem irán cercando y apoderándose del patrimonio y sobre todo de la
voluntad de la familia Varner, casta de terratenientes liderada por el anciano
Will y su hijo Jody (que apenas merece compasión tras ser estafado por su falta
absoluta de escrúpulos) en un goteo angustioso que confiere una perfecta
atmósfera de tensión al relato: primero el almacén de víveres y la desmotadora
de algodón, después la herrería, más tarde la escuela… y el golpe maestro que
supone el matrimonio de Flem con Eula, hija menor de los Varner, un personaje
fascinante por su capacidad, desde un físico a priori poco atractivo y desde
una parquedad y falta de encanto personal parejo al de su futura familia
política, suscitar auténticos delirios y éxtasis de deseo carnal que puedan
llevar incluso a la locura de los anímicamente más frágiles (impresionante el
relato de Labove, joven de familia humilde que hace extraordinarios esfuerzos
para conseguir unos estudios universitarios y que finalmente tendrá que
abandonar su puesto en la escuela después de que su obsesión carnal por la
alumna le lleve hasta el borde mismo de la violación y el abuso) y que le
acarrean su propia “deshonra”…de la que la rescata Flem con un matrimonio de
conveniencia en el que gana el último arresto simbólico de aún quedaba a la
dignidad del cacique: la propiedad, ya casi en ruinas, de un antiguo colono
francés en que se cifraban las raíces de la comunidad, hecho alegórico de cómo los
Snopes no solo han conseguido mediatizar el presente y futuro de la comunidad
sino su mismo pasado.
Entre la crónica del arribismo de los Snopes, historias y
personajes que nos dejan el sabor al Faulkner más auténtico e incisivo: mejor
incluso que el Beny de El ruido y la furia resulta el retrato del mundo
psíquico y afectivo de un oligofrénico en Isaac Snopes, obsesionado con la vaca
de un vecino que finalmente se resignará a regalársela…suscitando una situación
en que se pone de manifiesto la perversión íntima de los Snopes (en este caso
la del primo Lump, uno de los más repulsivos ejemplares de la raza), cuya
vileza se sobrepone al espíritu de casta o defensa de la honra de los
consanguíneos que se supone el centro emocional del hombre sureño cuando llegan
incluso a vender entradas para convertir en espectáculo público las relaciones
zoofílicas que mantiene el disminuido psíquico con el animal de sus pasiones.
Inequívocamente faulkneriano es también el tema de la agresión y el proceso
psicológico de culpa y redención, impecablemente retratado en el personaje de
Mink, quien tirotea a sangre fría a su vecino Houston por unos problemas de
lindes y ganado que le habían hecho llevarlo al juzgado y después, soportando
el acaso de su mujer y de los parientes que pretenden su huida no por compasión
sino por su propio afán de especulación crematística (pretenden descubrir un
dinero oculto de la víctima para asegurar la fuga de su familiar pero también
para repartirse el resto sin ningún escrúpulo antes de que sea localizado y
requisado por la policía), mostrando una firmeza en el sentido de culpa que no
cejará hasta su detención, estancia durante meses en la cárcel del condado y
finalmente confinamiento a una condena perpetua de trabajos forzados.
El último capítulo del libro, “Los campesinos” nos dejado el
retrato aterrador de la últimas maniobras de estafa y manipulación realizadas
por Flem en el “villorrio” antes de desaparecer para siempre junto a Eula y una
niña pequeña que, dada la unión de genes, no puede sino ual desgarro y la
miseria a su triste esposa y sus hijos pequeños…mientras que Flem ni siquiera
acudirá al juicio posterior desarrollado en la comunidad, del que sale
inexplicablemente “ileso” como expresión de su nulidad para la empatía y su
desprecio para con la totalidad del género humano. Y su última vuelta de tuerca
será un engaño con planteamiento de una inteligencia retorcida y maquiavélica
llevada al extremo: fingir, cavando incluso durante noches en la propiedad y
escondiendo monedas modernas falsas, que hay un tesoro ancestral de metales
preciosos en la finca del francés que arrebató a los Varner para aprovecharse
de la desesperación de unos (el citado Armistd) y de otros teóricamente lúcidos
e inteligentes como Ratliff (hasta entonces, debido a su antiguo conocimiento
de la familia Snopes, una especie de “voz de la conciencia” para la población
que les prevenía de sus trampas y abusos) pero finalmente superados por su
inclinación a la codicia y el deseo de acabar con la mediocridad y la rutina de
sus vidas (Ratliff es un vendedor ambulante de máquinas de coser que son
todavía demasiado novedosas para no ganarse el recelo de una comunidad tan
reticente a cualquier tipo de novedad tecnológica o intelectual como el
profundo sur pantanoso). Asoladora esa última estampa de Henry Armistd,
revelada ya la estafa e instaurado el desencanto definitivo, cavando y cavando
con la razón perdida e insensible a cualquier apelación racional… última imagen
de la desolación a que ha llegado el poblado tras ser arrasado por la
inhumanidad y falta de escrúpulos de una raza que, desde luego, merece como
poco una trilogía por la culpable fascinación que suscita.
Como detalles anecdóticos finales, dejar constancia una vez
más de la impronta que dejaron obras como esta en quienes no solo los leyeron
sino supieron profundizar en su mismo tuétano y utilizarlos como materia
primera de la configuración de su propio universo narrativo. El ejemplo
perfecto no podía ser otro que Ramiro Pinilla, que lo imita en este y otros
tantos detalles pero que con el tiempo será reconocido como un autor de sus
mismas extraordianrias dimensiones: cómo no comparar el comportamiento e
incluso la forma hablar de Ella de la trilogía “Verdes valles, colinas rojas”)
en su confrontación con los caciques vascos de su comunidad con el pulso
Snopes-Varner que es el hilo central de esta novela. Y que “El villorrio” ha
recibido algunas críticas por ser un “refrito”, una utilización de cuentos y
materiales narrativos previos del autor no utilizados en libros y solo
conocidos en compilaciones como la de sus “Relatos inéditos” que conocí por
medio de la traducción de Anagrama. ¿Cuál es el problema? No plagia en ningún
momento, reutiliza su propia inventiva, sus caracteres, espacios y líneas
argumentales, los estructura perfectamente hasta hilar un relato redondo y
coherente y sobre todo…¿puede concebirse una base mejor para poner en pie una
novela que un relato de William Faulkner?.
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